En la buena compañía de «La Fantasma»

Hace un rato fui a ver La Fantasma, una obra de teatro que se realiza caminando por las diferentes habitaciones de una vieja casona. Sabía que íbamos a ser un máximo de 20 espectadores y que íbamos a ser guiades por un recorrido que nos iba a mostrar diferentes escenas basadas en la vida y obra de Olga Orozco, poeta del siglo 20. No sabía si Olga Orozco había existido de verdad y temía que todo fuera una excusa para plantear una serie de escenarios sobrenaturales. Fui dispuesto a que la obra fuera de miedo, pero también a que no lo fuera. Nos tocó un recorrido distinto del habitual, porque por la lluvia no se podía utilizar el patio de la casa. Es posible sentir alivio y decepción al mismo tiempo: la obra fue el homenaje a Olga Orozco que prometía ser, así que fui valiente en vano. Aunque, si lo pensamos, ¿se puede ser valiente en vano? Siempre vale la pena, ¿no? Al finalizar la charla de introducción, con todes parades en un pequeño recibidor junto a la escalera, nos pidieron que cerráramos los ojos antes de dar inicio a la primera escena. Los mantuve cerrados todo a lo largo de esa escena, esperando una orden de abrirlos que nunca llegó, escuchando ruidos extraños, pensando que la obra era así. Que si abría los ojos me iba a encontrar con una situación del juego «Mafia» (también llamado «Policías y ladrones», o «Campesinos y hombres lobo»), donde pocas personas abren los ojos rodeadas por personas con los ojos cerrados, y reciben instrucciones que sólo ellas pueden ver. Yo no quería recibir ninguna instrucción. Así que por el miedo dejé cerrados los ojos. Mi novia me contó que hizo al revés: mantuvo los ojos abiertos en todo momento, por el miedo, y pudo ver cómo la mayoría de les que estábamos allí manteníamos los ojos cerrados, y nos perdíamos un hermoso juego de luces, ante la perplejidad de las actrices. Yo escuché ruidos extraños, sentí movimientos junto a mis piernas, y a toda la gente a mi alrededor ser llevada a la habitación de al lado. Alguien me tomó de la mano y me llevó allí también, con los ojos cerrados. «¿Será toda la obra así?», pensé, hasta que otro alguien se dio cuenta y me dijo que los abriera. Me senté, con les demás, en una habitación con la biblioteca más alta que he visto en persona, y asistí con les demás a la segunda de las escenas, la primera hablada. Todo lo de los ojos cerrados había sido un error, pero un buen error, porque me vi catapultado a la situación de la obra como quien despierta adentro de un sueño. No voy a contar nada de lo que vi porque no quiero hacer spoilers. Puedo decir que enseguida me volví fan de Olga Orozco, y agradecí poder estar ahí viendo esta obra. Muchas veces el arte es un esfuerzo por acompañarnos, sobre todo cuando es pequeño. Estos días de crisis económica y social vengo pensando mucho en los destinos de mis alumnos de Guión, y en el mío propio. Vi cómo Olga trabajaba para una revista, respondiendo correos de lectoras adolescentes en los ’60, acompañándolas. Seguramente con este trabajo ganándose el pan para escribir sus poemas y sus cuentos. Llevadas a una obra por 6 actrices, que también trabajan de otras cosas; en este caso sé que alguna es profesora universitaria, pero aunque no lo supiera es fácil imaginar que nadie vive de hacer una obra para 20 personas. Y también nos vi, a las 20 personas que estábamos ahí y que seguramente también hacemos algo como escribir, por lo menos cartas de lectores (o comentarios de obras en Instagram). Qué frágil que es todo, pensé, y qué lindo cuando igual a través de esa fragilidad podemos conectarnos. Como ese auricular que no te decidís a tirar porque si sostenés el cable en cierta forma y te quedas quieto así, los segmentos de cobre que tiene adentro hacen contacto y llevan hasta vos el sonido. Qué importante que es esto, pensé, qué bueno que Olga respondió a sus lectoras y que las actrices hicieron para nosotres la obra. Qué ganas de escribir, pensé mirando a Olga, a la actriz haciendo de Olga escribiendo. Las lectoras escribieron sus preguntas a Olga, Olga escribió sus respuestas, las actrices escribieron acerca de ello en la obra, y ahora nosotres vimos la obra y escribí esto. Gracias por la ceremonia.

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